La marabunta, hoy

marabunta.
(De or. inc.).
1.f. Población masiva de ciertas hormigas migratorias, que devoran a su paso todo lo comestible que encuentran.
2. f. Conjunto de gente alborotada y tumultuosa.

 

El mejor modo de ahogar el lamento, me dijo por la noche, es el alboroto. Dentro del tumulto no hay tiempo para detenerse en sí mismo, y esto a veces es una ventaja. Te obliga, continuó explicando con lengua pastosa, a tocar al resto, a toparte con ellos, interaccionas. Y así te ves mejor. La soledad vendrá sola, pero, y bajó entonces la voz hasta el susurro, hay que ir y ver qué pasa allí, donde el resto. Avanzar. Tocar, tocar, tocar.

Palabras, palabras, palabras, respondí yo riendo, y brindamos por ello. Nuevas manchas surgieron en los pliegues de nuestras camisetas.

Aparatosamente, bajamos de la banqueta y nos fuimos.

A casa, hasta mañana.

Ayer.

Testamento

Tal vez porque la he visto
tan de cerca
(tanto que, finalmente,
era casi una vieja conocida
dudando entre quedarse o darme tregua),
ya no temo a la muerte.

Temo en cambio al camino recorrido
cuando llegue el momento, y me pregunto
qué quedará en el mundo
de mi acción, mi omisión,
mis palabras, mis dudas, mis silencios.

Así, en pleno dominio (o eso dicen)
de mi mente y mis actos,
quiero expresar mis voluntades últimas:

A los que me quisieron
les dejo las sonrisas y los guiños,
los ratos cómplices, las risas compartidas
y mi agradecimiento.

A los que me ignoraron
les quedará sin más la incertidumbre
de si tratarme merecería la pena.

A aquellos que me odiaron (hubo alguno)
les dejo su rencor y su amargura
y la tranquilidad de mi conciencia.

A ti, mi amor, te lego
madrugadas dormidas en tu espalda;
el olor a café de las mañanas;
las confidencias íntimas, las horas
llenas de ti y de mí;
los candelabros hechos
de jazmín y romero
y de deseo;
las caricias prohibidas, los secretos
y los versos de miel.

Finalmente, a mi sangre
más intensa y más cálida, a mis hijos
les dejo mil momentos, mil historias
de finales abiertos;
noches en vela, magia,
besos sin causa, abrazos sin motivo
y todo lo que no puede comprarse.
Y para cuando vengan
malos tiempos, montañas escarpadas,
les lego la constancia, la paciencia,
mis errores sin fin y mis caídas
(con todas sus lecciones)…
pero principalmente las trincheras,
la bandera, la plaza inconquistable
de su propia alegría.
Vosotros, hijos míos,
conservad mi posesión más útil:
tomad
mis alas.

Canjáyar, agosto de 2014
Luisa María García Velasco

El ignorante vulgo y los ufanos ilustrados

Columbia

Cuando alguien me pregunta por mis hobbies e incluyo en la respuesta los videojuegos o la televisión, a veces (cada vez menos porque voy descartando) aparece una mirada entre divertida y compasiva en el rostro de mi interlocutor: acabo de ser catalogado como ignorante vulgo.

Existen actividades que gozan de gran reconocimiento en nuestra sociedad: pintura, escultura, danza, fotografía, cine, poesía, arquitectura, música…. Sin embargo muchas otras, no sólo no comparten este prestigio, sino que además, en ciertos círculos, son tratadas de forma despectiva.

Read On…

sí se puede

Lo andado es casi igual que lo deshecho,
un repecho final que no termina,
la llave del baúl de la doctrina
de un cadáver azul sacando pecho.

La calle y el aval tocando techo
en su lecho nupcial. Y en cada esquina
el despecho brutal de la rutina
no se anima a cruzar del dicho al hecho.

Pero suena a lo lejos un rumor
de manos que se miran las verdades
y hojas secas que vuelven a la rama.

No soy yo quien vivió, sino el temor,
por encima de sus posibilidades.
Si agitas el futuro, se derrama.