La tragedia del USS Indianápolis

Estoy convencido de que casi todos habéis oído ya la historia del crucero USS Indianápolis, clave CA-35; aunque puede que no la recordéis.
Es más, probablemente os la contó el mismo tipo que me la contó a mí, un tal Quint.
Yo tenía ocho años y os aseguro que no la he olvidado.

Esta es la historia de la mayor tragedia naval de los Estados Unidos.

USS Indianapolis

El proyecto Manhattan

En experimentos previos a la segunda Gran Guerra (realizados en Alemania) se había demostrado que la fisión del átomo era posible. Los alemanes comenzaron su programa nuclear con el Proyecto Uranio, al igual que habían hecho los soviéticos con la Operación Borodino.
En respuesta, los Estados Unidos junto a Reino Unido y Canadá desarrollaron el Proyecto Manhattan con un único objetivo: el desarrollo de la primera bomba atómica.
Al Proyecto Manhattan dirigido por Robert Oppenheimer se unieron multitud de científicos pacifistas e izquierdistas, exiliados judíos en su mayoría que hicieron de la lucha contra el nazismo su causa común, con una sola meta: conseguir la bomba antes que los alemanes.

El proyecto se llevó a cabo en numerosos centros de investigación siendo el más importante de ellos el Distrito de Ingeniería Manhattan situado en el lugar conocido actualmente como Laboratorio Nacional Los Álamos. La existencia de estos centros fue mantenida en secreto hasta el final de la guerra. En muchos casos los trabajadores desconocían el proyecto en el que estaban trabajando, expuestos a la radiación sin saberlo.

Trinity

El primer ensayo atómico exitoso ocurrió en el desierto de Alamogordo, en Nuevo México, el 16 de julio de 1945. El artefacto se llamó «Trinity» y se trataba de una bomba-A de plutonio.
La continuación del proyecto condujo a la producción de dos bombas-A conocidas como «Little Boy» (de uranio) y «Fat Man» (de plutonio), las cuales detonaron en Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y en Nagasaki el 9 de agosto respectivamente.

La misión

Mientras Trinity estallaba en Alamogordo, el crucero USS Indianápolis estaba atracado en los muelles de San Francisco (California). Era el buque insignia de la 5ª Flota Naval de los Estados Unidos.
El mismo 16 de julio, el crucero fue rodeado por la policía militar y unos misteriosos contenedores de plomo se colocaron en el hangar del buque. Los tripulantes, incluyendo a su Capitán Charles Butler McVay III, desconocían por completo la carga que transportaban.
La misión del USS Indianápolis consistía en trasladar la carga a las bases aéreas norteamericanas en Tinian (cerca de Japón) a la máxima velocidad y sin escolta. No se debían hacer preguntas sobre la naturaleza de la carga. Se informó a toda la tripulación de que cualquier aproximación a la zona del hangar supondría un tribunal de guerra o la muerte en el acto.
Asimismo, el capitán McVay fue instruido de que en caso de hundimiento, la carga era prioritaria sobre la vida de los marinos.

En sólo diez días el crucero navegó 5.300 millas náuticas al oeste hasta el atolón de Tinian, base de operaciones de los B-29. Allí depositó su mortífera carga el 26 de julio de 1945.

Rumbo al sur

Cumplida su misión, el 29 de julio el barco se dirigió a Guam, 100 millas al sur. De allí partió el 30 de julio hacia el Golfo de Leyte, en las Filipinas, para unirse al USS Idaho y realizar tareas de entrenamiento previas a la invasión de Japón.

El alto mando no informó por los conductos regulares del mando central de las actividades del USS Indianápolis por motivos de seguridad, por lo que nadie sabía que el Indianápolis se encontraba en el área de Guam. Ni siquiera el USS Idaho fue informado.

Hacia el atardecer del 30 de julio el capitán McVay ordenó abandonar el movimiento en zig zag antisubmarino para ahorrar tiempo de desplazamiento. Horas después fue localizado gracias al reflejo de la luna por el submarino japonés de Primera Clase I-58.
A las 00:14 horas, durante el cambio de turno y con toda la tripulación despierta y en cubierta, el crucero recibió dos impactos de torpedo. El primero prácticamente desintegró la proa y el segundo alcanzó los generadores eléctricos, dejando sin energía al resto de la nave.
El USS Indianápolis se hundió en apenas doce minutos.

De los 1.197 hombres a bordo, unos 300 murieron por los impactos. Entre 880 y 900 hombres saltaron al océano Pacífico. Los supervivientes comenzaron a agruparse para auxiliarse unos a otros. A causa de la velocidad con la que se hundió la nave sólo estaban disponibles unas pocas balsas salvavidas.
Aún así los marineros estaban tranquilos, pensaban que al no producirse la reunión con el USS Idaho al día siguiente se pondría en marcha rápidamente la operación de rescate.

La realidad es que en el mando central de la marina estadounidense nadie tenía conocimiento del paradero del Indianápolis.

El infierno

Era 31 de julio. Y con el amanecer llegaron los primeros tiburones.
Cuando los gigantes de 30 pies de largo olfatearon la sangre de los heridos comenzaron a atacarles, despedazándoles. El olor de la sangre atrajo más tiburones. Según relatos de los testigos, entre doscientos y trescientos tiburones masacraron a los desvalidos náufragos. Los supervivientes se cogieron de las manos y formaron grandes círculos para tratar de defenderse pero los tiburones continuaron atacando el exterior de los círculos, desmembrándolos uno a uno. En el océano, teñido de rojo, se confundían supervivientes, cadáveres y brazos y piernas amputados. Cuando no atacaban, los tiburones se quedaban allí, centenares de ellos, nadando simplemente bajo sus pies. Hubo muchos que no pudieron soportarlo y se desprendieron de sus chalecos salvavidas, muriendo ahogados.

La masacre duró cinco días.

Un bombardero naval Ventura PV-1 fue quien divisó a los supervivientes mientras realizaba una patrulla anti-submarinos y transmitió a la base las coordenadas exactas de los náufragos. El mando central no podía dar crédito a su informe y tardaron dos horas en reconocer la urgencia del caso.
Decidieron enviar a la zona un avión de reconocimiento, el hidroavión PB-Y Catalina, pilotado por el teniente Marks. Mientras volaba hacia el área del desastre, el teniente Marks divisó al crucero USS Cecil Doyle, al que informó por radio de la localización del naufragio. El piloto llegó a la zona y comenzó a arrojar balsas salvavidas y provisiones a los náufragos. El mando central le ordenó regresar a la base ya que los hombres serían rescatados por el USS Cecil Doyle.
Cuando se disponía a alejarse descubrió la mancha de tiburones atacando a los marineros. Desobedeciendo sus órdenes amerizó junto a los náufragos y comenzó a cargar a los extenuados y aterrorizados hombres en su avión, sobre las alas y sobre el fuselaje, donde pasarían la noche. Al amanecer llegó el USS Cecil Doyle, que rescató a todos los marineros que pudo de la última embestida de los tiburones.
Trescientos diecisiete supervivientes subieron el USS Cecil Doyle. De los 900 hombres que cayeron al agua, se calcula que la mitad fueron devorados por los tiburones.

Dedicado a Quint.