Cuando alguien me pregunta por mis hobbies e incluyo en la respuesta los videojuegos o la televisión, a veces (cada vez menos porque voy descartando) aparece una mirada entre divertida y compasiva en el rostro de mi interlocutor: acabo de ser catalogado como ignorante vulgo.
Existen actividades que gozan de gran reconocimiento en nuestra sociedad: pintura, escultura, danza, fotografía, cine, poesía, arquitectura, música…. Sin embargo muchas otras, no sólo no comparten este prestigio, sino que además, en ciertos círculos, son tratadas de forma despectiva.
Este tipo de prejuicios se dan también en el interior de las propias disciplinas. Así, por ejemplo, la ópera sería mucho mejor percibida por algunos que el rock, del mismo modo que el ballet frente al Hip Hop o el cine de acción respecto del drama.
Hay veces en las que incluso se produce una demonización del canal de acceso al contenido. Un claro ejemplo de esto sería la televisión, en la que, pese a convivir espacios muy diversos, se tiende a realizar una arbitraria sinécdoque, primando lo negativo sobre lo positivo.
Incluso dos personas leyendo el mismo libro, generan valoraciones diferentes por el mero hecho de que una de ellas lo haga en su edición digital (¡sacrilegio!).
Que un puñado de ufanos ilustrados se empeñen en decirnos qué es sofisticado, elegante, artístico o cultural, es malo. Pero el verdadero problema es que nos lo creamos y esbocemos una mirada de disculpa cada vez que confesemos no seguir la recta senda de su unilateral erudición.
No es mi intención realizar comparaciones imposibles o arremeter contra las grandes disciplinas artísticas, algunas de las cuales disfruto con frecuencia, y cuyo peso en el acervo cultural es totalmente comprensible, tanto por las innegables virtudes de muchas de sus obras como por, según el caso, su milenaria trayectoria histórica.
Habrá quien valore enormemente un texto de Neruda, mientras que para otro resulte muy enriquecedor un diálogo de “The Shield” o “Breaking Bad”, del mismo modo que “La noche estrellada” de Van Gogh pueda inspirar en la misma medida que la Columbia de “Bioshock Infinite”.
En todos los ámbitos citados, así como en muchos otros, existen obras maravillosas que conviven junto a otras francamente mejorables. Me parece inaceptable prejuzgar negativamente las pertenecientes a determinadas categorías por el hecho de no estar incardinadas dentro del canon artístico-cultural impuesto por una oligarquía de pseudo-intelectuales.
En resumen, si algo te gusta y no hace daño a nadie, disfrútalo sin complejos.
¡Dedicado!
Este post va dedicado a una persona que, como tantos otros, no pertenece a ninguna de las dos tipologías enunciadas en el título del post. De hecho, conjuga de forma sorprendente su férrea personalidad con una mente muy abierta, de la que he tenido la suerte de aprender mucho a lo largo de los años.
Fue él quien me dio la oportunidad de sangrar mis estridencias a través de este blog, el cual, sin duda me ha aportado a mí muchísimo más de lo que yo he podido darle.
¡Muchas felicidades Fko! ¡Y que cumplas muchos más! :)