Archive for the ‘Relatos’ Category
Tras los pasos de León: jueves
Horas después, León espera el trapecio en la plataforma. Con las manos empolvadas de blanco y la mirada en un lugar que no pertenece a este mundo, permanece ajeno al sonido de su nombre en el viejo altavoz, que crepita un ruido de fritanga mientras anuncia el doble salto sin red, el momento cumbre de la función.
Read On…
Tras los pasos de León: Miércoles
Los penitentes salen a la carrera detrás de León, sin embargo nuestro protagonista alto, moreno y esmirriado no tiene mayores problemas en dejar atrás a los del cucurucho color lila, que al grito de ¡ya te cogeremos! y ¡nos las pagarás! desisten y abandonan la persecución.
Los rayos de sol caen con fuerza durante las horas matutinas y las sombras de otros penitentes ataviados con sus capirotes, repartidos a lo largo y ancho de la ciudad, se alargan por las aceras. El intenso dolor de cabeza que sufre León no le deja mucho margen para pensar. Deambula por la urbe mirando a izquierda y derecha, tratando de recordar o en su defecto ver algo que le aclare qué diablos fue lo que sucedió la noche anterior.
Read On…
Tras los pasos de León: Martes
León, pleno de vida, corre con toda la fuerza de su poderosa musculatura por la sabana. Delante de él, a cada vez menos metros, una cría de gacela trata de escapar de su vigoroso ímpetu. Familiares de la presa se cruzan en su camino tratando de distraer su atención, pero de nada sirve. Por mucha carne que puedan proporcionarle, León no arriesgará el sustento de su familia seleccionando un objetivo capaz de dejarle atrás. De pronto, cuando está a punto de dar el salto que ponga fin a la cacería, un sonido insistente se cuela en su cerebro: Pii – Pii – Pii. Sin prestarle atención, León deposita todo su peso sobre sus cuartos traseros e inicia un rugido gutural con el que trata de enmudecer el extraño pitido, que resuena cada vez con más fuerza. Ya en el aire, y con las garras a escasos centímetros del costado de su joven víctima, sus ojos se abren.
Tras los pasos de León: Lunes
León, el lunes por la noche, se topa de frente con la Semana Santa. La virgen va en lo alto, a hombros, un suponer, de ocultos porteadores. Su ligero bamboleo se asemeja a un baile, ligero, sutil, a un “tantaneo”, como le llamaría León, que contempla con mirada analítica la escena. Por detrás una ristra de velas, tocados, incienso y nazarenos abarrotan la calle y hacen que León tuerza el gesto y ruja en tono bajo mientras se atusa la melena.
El ángel oscuro
-¡Mmmm! ¡Aire puro! Cariño, esto va a ser estupendo.
Oscar dijo aquello mientras abría una doble ventana de par en par, el valle desperezándose de su siesta en el regazo de la Sierra. Naranjos y frutales y aquella riqueza de texturas y tonos, comparada con la gama de grises y pardos que conformaban las vistas de su antiguo piso en la ciudad.
-Eso espero –contestó ella al entrar en la habitación, cargada con varias cajas-. Luego dicen que el saber no ocupa lugar. A ver dónde metemos ahora tanto libro.
-Pero si esta casa tiene mucho más espacio, Irene. Por eso nos mudamos, entre otras cosas.
-“Otras cosas” incluyen que a ti te dio la neura campestre. Ojalá no tengamos que arrepentirnos –hablaba sin mirarlo, mientras dejaba las cajas en el suelo.
-Bueno, ya vamos a empezar.
-Es que es un cambio muy drástico, y me da un poco de miedo que esto no funcione…
Oscar se acercó a ella y le cogió las manos con dulzura.
-Ya hemos hablado de eso. No podías aguantarlo más.
-Eso es cierto –concedió Irene-. Estaba empezando a odiar a la gente, a los desconocidos que me cruzaba por la calle. Es horrible subir al autobús en pleno agosto entre una masa de carne apretada y sudorosa, me daba asco hasta cogerme a la barandilla. Últimamente me estaba volviendo… ¿cómo se dice? ¿misógina? No, eso es odio hacia las mujeres. Ah, misántropa –aún recordaba algo de griego, de sus años de instituto.
-No me digas que eso no son neuras, Irene.
-Vale.
-Pero al menos eres capaz de reconocerlo, y analizarlo, y buscar un remedio. ¿O no?
Ella suspiró, resignada.
Read On…
Julio Cortázar: Las Ménades
Hoy nos sumamos a la idea de Rock & Blog y recurrimos a Cortázar para posicionarnos con respecto al show de Florentinito, sus apóstoles siderales y la turba teledirigida.
Alcanzándome un programa impreso en papel crema, Don Pérez me condujo a mi platea. Fila nueve, ligeramente hacia la derecha: el perfecto equilibrio acústico. Conozco bien el teatro Corona y sé que tiene caprichos de mujer histérica. A mis amigos les aconsejo que no acepten jamás fila trece, porque hay una especie de pozo de aire donde no entra la música; ni tampoco el lado izquierdo de las tertulias, porque al igual que en el Teatro Comunale de Florencia, algunos instrumentos dan la impresión de apartarse de la orquesta, flotar en el aire, y es así como una flauta puede ponerse a sonar a tres metros de uno mientras el resto continúa correctamente en la escena, lo cual será pintoresco pero muy poco agradable.
Mario Benedetti: Aniversario
-Mira como llueve.
-Qué diluvio.
-Justo hoy, que hace treinta años que nos casamos. ¿Te acordabas?
-Por supuesto que me acordaba.
-Como no dijiste nada.
-¿Para qué? Es un día como cualquier otro.
-Ni tanto ni tan poco. Un poco de sentimiento no le viene mal al almanaque.
-Bah.
-¿Estás tan desilusionada?
-No se si es desilusión. Mira que no te echo ninguna culpa. Simplemente, me siento a apreciable distancia de la que fui, de la que era, casi te diría de la que soy. Read On…
Mario Benedetti: El Césped
1.
El césped. Desde la tribuna es un tapete verde. Liso, regular, aterciopelado, estimulante. Desde la tribuna quizá crean que, con semejante alfombra, es imposible errar un gol y mucho menos errar un pase. Los jugadores corren como sobre patines o como figuras de ballet. Quien es derrumbado cae seguramente sobre un colchón de plumas, y si se toma, doliéndose, un tobillo, es porque el gesto forma parte de una pantomima mayor. Además, cobran mucho dinero simplemente por divertirse, por abrazarse y treparse unos sobre otros cuando el que queda bajo ese sudoroso conglomerado hizo el gol decisivo. O no decisivo, es lo mismo. Lo bueno es treparse unos sobre otros mientras los rivales regresan a sus puestos, taciturnos, amargos, cabizbajos, cada uno con su barata soledad a cuestas.
Mario Benedetti: Puntero Izquierdo
Vos sabés las que se arman en cualquier cancha más allá de Propios. Y si no acordate del campito del Astral, donde mataron a la vieja Ulpiana. Los años que estuvo hinchándola desde el alambrado y, la fatalidad, justo esa tarde no pudo disparar por la uña encarnada. Y si no acordate de aquella canchita de mala muerte, creo que la del Torricelli, donde le movieron el esqueleto al pobre Cabeza, un negro de mano armada, puro pamento, que ese día le dio la loca de escupir cuando ellos pasaban con la bandera. Y si no acordate de los menores de Cuchilla Grande, que mandaron al nosocomio al back derecho del Catamarca, y todo porque le había hecho al capitán de ellos la mejor jugada recia de la tarde.